El Espíritu de la Democracia

En la democracia no siempre tenemos que estar de acuerdo. Es el espacio que nos pertenece a todos por igual y no hay una respuesta válida y única acerca del concepto y el alcance del término. ¿Todos entendemos lo mismo por “democracia”? Está visto que no.

Quizás convenga recordar simplemente que el “demos” es la representación del pueblo, el conjunto de los ciudadanos. Sin embargo, según distintas ópticas, culturas, intereses e ideologías, cada uno va develando su propio concepto de democracia, salvo que, obviamente, nos tenemos que poner de acuerdo en algunas cuestiones básicas.

Hay de todo un poco, algunos se refieren a una democracia ilustrada (sólo deberían votar quienes califiquen), otros reconocen a la democracia representativa (aunque no siempre las opciones representan las mejores), democracia directa (casi imposible de llevar a cabo en las grandes metrópolis modernas), democracia fuerte (una especie de autoritarismo o de firmeza pero que respete las formas democráticas), en fin, hay para todos los gustos. Para algunos la democracia es solamente votar en elecciones libres cada un periodo de tiempo y tiene por finalidad, la renovación de autoridades.

Pero la democracia, en tanto sea lo que verdaderamente es, siempre será imperfecta (es decir, perfectible), será la búsqueda del bien general aunque en ese tránsito, muchos quedarán insatisfechos o incomprendidos: la democracia debe garantizar las mismas posibilidades para todos, aunque cada uno luego opte por lo que quiera ser, según su libre albedrío. Su antítesis es el pensamiento antidemocrático que tratará de imponer una sola opinión válida: la propia, la de unos pocos. El pensamiento antidemocrático sólo querrá justificar su propia visión, parcial. Por ejemplo la gran paradoja es que la verdadera democracia, debe permitir que incluso los antidemocráticos, participen del juego democrático, o sea no se puede ir contra sus propios principios. La democracia garantiza igualdad ante la ley, no hay hijos y entenados. Claro, uno pensará que en la realidad las cosas no son tan así, que abundan las injusticias y las diferencias. El sistema democrático debe encargarse de corregir esas alteraciones.

Es la actuación y la intencionalidad de los hombres que gobiernan (y principalmente de los gobernados) los que deben procurar cambiar esa situación. En el respeto a las mayorías o las preferencias de una sociedad, puede que los gobernantes sean dictadores, autoritarios. ¿Acaso alguien ya olvidó que Hitler accedió mediante elecciones libres? ¿Acaso alguien olvida que las formas democráticas fueron absolutamente respetadas para algunas elecciones en Latinoamérica donde gobiernos autoritarios se impusieron por amplias mayorías? ¿En qué se basa entonces, el populismo? Existen demasiados ejemplos tanto de un signo ideológico como otro, movimientos y partidos identificados con las mayorías que no siempre dan garantía del espíritu democrático. El peronismo, el chavismo, el comunismo, el fundamentalismo u otros espacios políticos que llevan en su vientre un fuerte componente autoritario, no siempre han sido o son democráticos. Cuando hay voluntad de uno sólo o del grupo que gobierna y no hay igualdad para someterse ante la ley como cualquier otro ciudadano, no hay espíritu democrático. Cuando se pretende instaurar sólo una idea válida, la propia, o no hay tolerancia ante el que piensa diferente, no hay espíritu democrático. Volviendo al inicio, si la idea de democracia se pretende imponer desde una visión maniquea o nacida de un solo criterio, estamos ante una concepción autoritaria.

En un artículo de su autoría, el periodista Mariano Grondona decía que la democracia puede ser “antidemocrática”, una deformación de su propia naturaleza cuando se basa en conceptos no democráticos o autoritarios para trata de sostener…la democracia. Una especie de contrasentido. El gran ensayista y politólogo, Giovanni Sartori opinaba que definir a la democracia resultaba sumamente difícil y que hay que había que evitar caer en trampas siendo el primer engaño, la terminología y que saber definir o entender a la democracia, es importante pues sirve para establecer qué esperamos de ella.

Así, inevitablemente, caemos en una confrontación, por un lado tenemos un concepto de democracia dirigida a los ideales –no siempre realizados- y otra dirigido a los hechos –con sus respectivos errores y cuestiones pendientes- planteado de este modo, resulta inevitable comprender que el primer problema a resolver es comprender la distinción entre el sentido prescriptivo del término y su sentido descriptivo. Demás está decir que para que la democracia se desarrolle, es necesario que exista una cultura democrática, y esta se desarrolla en la génesis del pueblo. No habrá cultura política democrática si no se alimenta generación tras generación de modo que las fuerzas políticas que dominan el espacio político de una nación no sean autoritarias.

Decía el ex Director de Redacción del diario francés Le Monde, Edwy Plenet que cuando existe sólo una opinión, la política se muere. La democracia es un espacio de sano conflicto, de contradicciones, es pluralidad, el espíritu de la democracia está en la libertad de opiniones, en la diversidad de criterios, en la tolerancia de lo diferente.

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