Acerca de la Intolerancia

“No importa lo que tu pienses, daría mi vida si fuese necesario con tal que tú puedas seguir diciendo lo que piensas”…

Quizás no importe demasiado la traducción literal de esta sentencia que se le atribuye a Voltaire, lo que verdaderamente importa es el hecho de defender la libertad de las ideas y de aceptar al que piensa diferente. Justamente “tolerar” proviene de latín tolerare que se entiende como soportar, aguantar, aceptar, admitir. Es que la intolerancia es uno de los rasgos más distintivos del arbitrario a quien sólo le interesa ver el mundo según su concepción, su creencia o sus ideas. El intolerante apela a los modales primitivos, a los instrumentos de poder superficial, tiene una imposibilidad.

Así, el fanatismo tiene por expresión más evidente a la intolerancia, sea que se trate de cuestiones religiosas, políticas o simplemente culturales, como el futbol. Debajo de la epidermis, el intolerante sólo reconoce su propia convicción y el hecho de tener que admitir que otra idea lo supera, le produce un estado cercano a un menoscabo que no está dispuesto a admitir, el intolerante se jacta, finalmente, de su dogmatismo. Los dogmas que lo remite a un pensamiento o creencia que no cambia, es el refugio mental de una obstinación instrumental y funcional al cerrojo de las ideas. Y la más extrema intolerancia se acerca al paroxismo cuando se convierte en necedad.

Uno de los más importantes pensadores alemanes del Siglo XX, Fitche, elaboró una serie de teorías acerca del nacionalismo que sedimentaron la intolerancia nazi. En otro orden de cosas, el terrorismo, cualquiera sea su ideología, se basa en imponer por sus métodos un sistema violento que no da respuestas razonables a los problemas.

El intolerante ve más adversarios o enemigos que individuos diferentes con quienes discutir ideas.

La intolerancia está más cercana a las pasiones que a la razón y como lo expresara el genial Goya, el sueño de la razón produce monstruos. Una cosa son las convicciones y otra muy distinta es no discutir argumentos distintos o contrarios, al intolerante le cuesta admitir y cambiar sus criterios. El fanático no está dispuesto a abdicar. Es que las ideas contrarias siempre nos obligan a sacarnos de nuestra comodidad mental por eso nos cuesta tanto “des-dogmatizarnos”, es un ejercicio que pone a prueba nuestros sedimentos o residuos mentales, como diría Weber.
¿Qué apuros o temores, qué furias o complejos invaden al intolerante? La intolerancia, quizás, debería ser descrita como una de las grandes tragedias humanas pues ha llevado a límites extremos, la poca racionalidad de quienes la padecen. En su expresión, el intolerante descree de otra alternativa diferente a la suya, no asume que otro pueda tener mejores argumentos, mejores opiniones, pretendiendo arrogarse la última palabra, no necesariamente la más sabia o la que implique verdad alguna.

La intolerancia se montó en caballos apocalípticos diezmando gran parte de la humanidad, esta especie de fundamentalismo que alimenta la creencia reduccionista, se empalaga de soledades, destruye amistades, aleja el amor, desgasta el diálogo.

Sócrates fue víctima de aquella cuando sus palabras no fueron toleradas por el despotismo ni las tiranías, tampoco la Inquisición toleró distintas creencias, no se admitieron conversos ni tibios, las Cruzadas fueron las empresas de la imposición y redentores de verdades únicas, volviendo más intolerante al intolerante. Aunque también hay formas mucho más sutiles como cuando se descalifica sin argumentos válidos.

Savonarola, Torquemada, Robespierre, el nazismo o las sectas, el fundamentalismo, fueron entre otras, las exteriorizaciones más luctuosas y abominables de esa expresión humana. Se aniquila por el sólo hecho de pensar distinto, se encarcela por defender lo distinto, se persigue por ser distinto. ¿Es la intolerancia acaso una forma de debilidad? El más débil necesita de su armadura, utiliza el grito más fuerte para pretende asustar. Pura turbación, pura sinrazón.

No es un tema nuevo, a lo largo de los tiempos se perfeccionaron las herramientas o formas de la intolerancia como no permitir la publicación de artículos en la prensa, siendo que ésta es la primera de las libertades consagradas, censurar divergencias, prohibir por prohibir; así, los gobiernos que se sustentan en la intolerancia, como las dictaduras cualquiera sea su color o tendencia, se articula en los temores, la amenaza o la fuerza o se evita el debate, la discusión donde, se sabe, pueden perder la batalla.

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