El mundo de la academia, las empresas, los sindicatos, las instituciones, en general, deberían prestar un poco más de atención a los cambios que, inexorablemente, están llegando a nuestras vidas. Las sociedades conservadoras en las que nunca pasaba el tiempo, tenían un ritmo en el cual los cambios acaecían de vez en cuando. Hoy, las cosas son bien diferentes y el cambio –a pesar de que siempre se ha dicho que el cambio es inevitable- bueno, este axioma adquiere visos de espantosa realidad.
Parecería que, tanto los llamados mercados como la sociedad del conocimiento, requiere de nuevas reglas, nuevas construcciones que están repensando los nuevos modos de abordar del trabajo y, desde ya, la necesidad de mejores competencias tan necesarias para sobrevivir en un mundo cada más más competitivo, quien no se actualiza, quien no se adapta, retrocede. No se debe perder la marcha del tren.
Se presume que entre los próximos 5 y 20 años, es posible que la realidad se distinta a la actual y muchas cosas, muten de formas. En esos próximos años, muy probablemente muchos de los actuales empleos dejarán de existir, muchas actividades habrán de variar. La pregunta fundamental es si vamos a seguir como estamos, en las actuales condiciones o bien nos sometemos al designio de la suerte incruenta y entonces, que salga lo que salga. Hay otra alternativa, innovar. En cambio, la pregunta trampa supone que si nos está yendo muy bien, entonces qué necesidad tenemos de cambiar?
El futuro no está en un horizonte de largo plazo, por el contrario, está aquí a la vuelta y no parece ser precisamente, un lecho de rosas, más bien parece estar mucho más cerca de la incertidumbre. Si se me permite la metáfora, podría decirse que el desarrollo es un libro continuo que nunca se termina de escribir, es un desarrollo en presente continuo y, en estas cuestiones, quien no avanza retrocede, quien no decide tomar el nuevo rumbo, se extravía. Así, tanto las personas como las organizaciones quedarán sin chance ni oportunidades porque seremos desplazados por quienes, justamente, vienen empujando para ganarse su lugar.
Hay una cuestión no menor y se trata de cuánto estamos preparados para asumir dichos cambios. La velocidad con que se transforma el contexto en el que actuamos impacta de manera sorprendente y muchas veces nos da la sensación que nos sentimos impotentes frente a tanta cantidad de cambios, necesitamos un tiempo para adaptarnos ante las innovaciones o los nuevos procesos tecnológicos, en poco tiempo dejar de ser funcionales para la cantidad de requerimientos del sistema. El gran desafío es cómo acompañar dicho desarrollo y no morir en el intento…
Los cambios son mentales pues, a pesar de que la exteriorización del mismo puede darse en la velocidad o ritmo con que hacemos las cosas, o la incorporación de sofisticadas herramientas o bien la adquisición de nuevas herramientas, el tema son los paradigmas o grandes construcciones mentales que es por donde la ruta del conocimiento se construye. Estamos preparados? Tampoco significa que todo cambio sea para mejor, ni que los resultados que se obtengan, sea para mejores soluciones o respuestas a nuestra cotidianeidad.
Si es cierto lo que se predice, que en un tiempo no muy lejano, muchas tareas de rutinas o procedimientos especialmente administrativos, será del dominio de la robótica o las computadoras inteligentes, bueno, el ser humano deberá considerar nuevos desafíos y tareas por hacer, como por ejemplo, desempeñar muchas tareas desde su propia casa. El significado laboral será distinto. Habrá más figuras “asociativas” que empleados dependientes. Lo que cambiará será la magnitud de la empleabilidad. La gente se asociará en busca de proyectos conjuntos, equipos multidisciplinares en redes y, desde ya, nuevos liderazgos que amalgamen un escenario complejo y sofisticado. Se necesitará de cada vez más emprendedores para invertir cada vez mejor en nuestro propio tiempo productivo.
Muchas veces hablamos de cambiar las organizaciones, para esto es necesario primeramente cambiar nuestros modelos mentales y no es cuestión de edades ni un problema generacional, se trata de desaprender y volver a aprender, sabido es que, no será nada fácil, pero serán las nuevas reglas de juego. Más aún, el primer paso –y recordando a Stephen Covey- diciendo que lo primero es lo primero, y eso primero es aprender a administrarnos a nosotros mismos, pensamiento que sigue vigente. Tal vez ya no estemos 8 horas en una oficina, pero tendremos que estar produciendo para obtener resultados importantes. Nuestros asociados de proyectos, podrían no gustar del ritmo o intensidad con que hacemos las cosas y así buscará rápidamente con quien reemplazarnos. Requiere estar con más antenas prendidas. La tentación es que el trabajo más independiente significa mayor libertad y poder de decisión, no tendremos un jefe que nos mira raro cada vez que vamos a la cocina pero las mediciones, serán los resultados. Se llama pensar estratégicamente sobre nuestra individualidad.
Leyendo varios artículos referidos a esta problemática, se me ocurren que varias preguntas están dando vueltas esperando que alguien las recoja, por ejemplo, ¿qué futuro tiene lo que estamos haciendo? ¿Lo necesitan muchos o pocos? Lo que hoy es una especialidad, ¿lo será el día de mañana? ¿Cuantas nuevas habilidades deberé incorporar? ¿Qué hábitos deberé cambiar?, ¿en qué conviene invertir mis recursos? ¿Son suficientes los conocimientos que poseo? Con quienes deberé asociarme en la industria (un clásico aún vigente de Porter), ¿podré diseñar mi actividad conforme la demanda me lo exija?
Las respuestas iluminan opciones que quizás hasta ahora no veíamos. Nos brindan un mapa claro para liderarnos hacia los cambios que necesitamos hacer para mejorar nuestro presente y prepararnos para las necesidades del futuro. Por último, ¿mi gente está preparada para ese cambio? ¿Seguiremos “asociados”? demasiadas preguntas…
¡Esto pasó hace muy poco…!!!…las grandes empresas que han cerrado o perdido su poderío
Es asombroso observar como un sinnúmero de grandes empresas alcanzaron grandes proporciones de crecimiento o desarrollo pero no pudieron sostenerse ante los cambios o las nuevas propuestas de empresas más jóvenes, dinámicas e innovadoras. Alguna de ellas pueden
citarse, además de ser un dolor de cabeza para sus administradores, y dar una lección para los gerentes que deben observar cuidadosamente el día a día de las empresas que regentean, veamos: Lehman Brothers, líder mundial en gestión de inversiones y de servicios financieros; Pan
American, próspera compañía aérea; South Sea Company, empresa comercial privada; Enron, compañía energética de alta tecnología; Arthur Andersen, empresa líder de contabilidad y consultoría; Siemens produjo su primer dispositivo móvil en 1985, lo que contribuyó al éxito de su sucursal Siemens Mobile; WorldCom, gran empresa de telecomunicaciones que proporcionaba más de la mitad del tráfico de Internet en Estados Unidos; Olivetti que fuera posteriormente adquirida por Telecom Italia; Washington Mutual; Bear Sterns, banco de inversión; Blackberry; Kodak; Polaroid; General Motors; Compaq; Motorola; Remington; Border Books; Atari; Nokia; Blockbuster y así tantas otras…
¿Qué ha sucedido, por qué colapsaron? Las razones pueden ser varias, sin embargo, espontáneamente aparece una respuesta patéticamente simple. Piénsese que para llegar al importante lugar que llegaron, debieron hacer algo nuevo o algo distinto a lo que existía. Llegaron
alto y de pronto, un día cualquiera, dejaron de ser creativos, innovadores, se volvieron conservadores y cerrados a nuevas miradas. Fue el principio del fin. Algunas de ellas, cierto, mal administradas, otras sencillamente no supieron leer los cambios que se avecinaban.
Fíjese que está pasando. Una de las mayores empresas de taxis del mundo, no tiene un solo vehículo a su nombre, una de las mayores cadenas de servicios de hotelería Airbnb, no tiene un solo hotel a su nombre, Amazon, siendo la mayor distribuidora de productos del mundo, carece de stocks propios, lo mismo sucede con Facebook, algo está pasando en el mundo y los cambios que se avecinan serán altamente impactantes en la adquisición de nuevos usos y hábitos. La llamada “cuarta revolución industrial” dará por el piso con una parte importante de nuestra historia. No sabremos si será mejor o peor, es, lisa y llanamente, una realidad. Ya se habla de viajes entre países lejanos en apenas 30-45 minutos a través de la cohetería. ¿Ficción? No, futuro inmediato.
Este presente tecnológico se basa en el conocimiento, la innovación y la tecnología, lo cual obliga a la incorporación de mano de obra calificada en importantes segmentos de la producción que a su vez, nos remite a una pregunta fundamental ¿están las universidades preparadas y preparando alumnos para este futuro? Desde ya que hay Instituciones que se destacan por estar a la vanguardia desarrollando programas orientados a la innovación y a que los alumnos encuentren sus mejores opciones entendiendo que la llamada oferta educativa debe estar ampliamente dada para que cada uno pueda tener opciones para emprender una carrera, ya sea porque elije lo que le gusta hacer o sea porque existen alternativas que serán de utilidad y prepararlos para estos nuevos desafíos que la realidad demanda. El problema aparece cuando las Instituciones tienen programas obsoletos, currículos desactualizados, docentes que no se actualizan o infraestructura no acorde a las necesidades que surgen.
El empleo autónomo/ independiente, cada vez mayor
La reconversión laboral nos coloca ante escenarios de nuevos usos. La revolución industrial fue un modelo expansivo de empleo masivo y grandes concentraciones en cinturones industriales, se imponía la producción en escala y la especialización del obrero fueron tareas mecánicas y repetitivas. A partir de los años ’60 y ’70 la revolución tecnológica cambió aquellas rutinas volcando esfuerzos intelectuales, científicos y tecnológicos, en la optimización de las tareas tanto productivas como de la administración produciendo ambientes menos asfixiantes. Si a esto sumamos que este desarrollo tecnológico permite desenvolvernos a distancia estando interconectados, va, irremediablemente, moldeando una nueva mano de obra, más independiente, más criteriosa, colaborativa e integradora. No es de extrañar que en poco tiempo más una gran parte de quienes trabajan en cierto tipo de empresas, lo hagan desde sus respectivos hogares.
Del mismo modo, hay que desburocratizar el sistema permitiendo que la gran mayoría de los trámites se hagan on line, no hay necesidad de estar perdiendo un precioso tiempo ni formar largas colas para hacer un papeleo costoso y pesado. Ese tiempo perdido, no se recupera, ese
tiempo debe ser aprovechado en actividades más útiles. Esto depende de decisiones políticas y ejecutivas, depende de querer cambiar la visión y los paradigmas, depende de la voluntad de cambio. Y es que muchos de quienes toman las decisiones, tanto empresarios como políticos, no abren una ventana al cambio, no saben mirar qué está pasando a su alrededor, no entienden hacia dónde va el mundo, o bien, se está ante mezquinas y erradas posiciones donde muchos no quieren cambiar su statu quo porque, entre otras cosas, creen que perderán sus privilegios. Sectores enquistados en el sistema prebendario atenaza y obstaculiza mejores condiciones y sino, miremos qué sucede en las estructuras sindicales o políticas donde se resguardan más las estructuras que los verdaderos beneficios para la ciudadanía.
Los países más desarrollados son, no por casualidad, aquellos que han comprendido la necesidad de implementar cambios de manera constante. Países tan tradicionalistas como China e India, hoy se encuentran entre los que han introducido mayor cantidad de cambios, sólo que, por cuestiones generacionales, algunos cambios tecnológicos aún deben alcanzar fases superiores en algunos de los segmentos productivos. Cada vez más el talento, las habilidades y el conocimiento serán mucho más buscados que la simple mano de obra.
Innovación: una obligada decisión
Se sabe, el uso de las tecnologías se torna ya imparable, no hay reversión, desde las formas más simples en el uso de ordenadores o smartphones hasta el uso creciente de robots en operaciones de alta complejidad del campo industrial como la medicina, el sector automotriz, el campo militar, manipulación de tóxicos, almacenamientos, limpieza de ríos, soldaduras y tantas otras que, por un lado traen alivio a las penurias en labores altamente riesgosas para el ser humano pero por otra parte, son puestos de trabajo que se van perdiendo en la competencia laboral.